Hay edificios y rincones en Sevilla de los que se ha perdido la memoria, aunque fueran en su día puntos importantes en la vida de la ciudad. Uno de ellos fue el Corral de los Olmos, que ocupaba buena parte de la actual plaza de la Virgen de los Reyes.

Desde Fernando III hubo en este espacio un corral o patio cuyo nombre se debía de la presencia de antiguos olmos. Estaba cerrado al este por un muro paralelo a la Catedral, que lo separaba de la plazuela del Arzobispo, y por puertas en sus extremos norte y sur, unido además por un arquillo al hospital de Santa Marta (actual convento de la Encarnación).

En su interior, unos edificios -de origen almohade- acogieron durante tres siglos a los dos Cabildos de la ciudad, el eclesiástico y el municipal. Fue aquí, según los historiadores, donde los canónigos, “juntos en su Cabildo, que es en el corral de los Olmos, como lo han de uso y costumbre”, acordaron en 1401 levantar una nueva catedral “tal e tan buena que no haya otra su igual”. Y así continuaron hasta que, en el siglo XVI, el Concejo lo abandonó al construir el Ayuntamiento en la plaza de San Francisco.

Pasó entonces toda la propiedad al Cabildo Catedral, pero al mudar también sus reuniones a la nueva Sala Capitular, destinó el Corral a otros usos, como el Juzgado de la Iglesia y la Sala de Rentas, que contaban con un pórtico y una torre, y alquiló el resto.

El Corral quedó inmortalizado en la literatura gracias, entre otros, a Cervantes, pero motivos urbanísticos y de seguridad hicieron que el Ayuntamiento insistiera en demoler una parte. Tras diez años de pleito, en 1791 se derribaron todas las construcciones, marcándose su trazado en el suelo con losas, que con el paso del tiempo también se eliminaron.

Todo esto permitió concluir el cerco de columnas que rodea la Catedral y cerrar con rejas de los atrios de sus dos puertas a esta plaza. Y de esta época es precisamente el único plano conocido del Corral, que se conserva en el Archivo de la Catedral, fechado en 1781, así como dos propuestas de reformas.

Del Corral ya no queda nada, salvo dos curiosos vestigios que han sobrevivido al paso del tiempo. El primero es la Virgen de los Olmos, una pequeña y hermosa imagen de alabastro, del siglo XIV, que estuvo sobre la puerta del Juzgado. Al derribarse el Corral se labró en la cara este de la Giralda una hornacina para colocarla. La imagen que vemos ahora es una réplica de 1986 y el original se conserva en la Capilla de San Antonio de la Catedral.

El segundo recuerdo, aunque intangible, es más conocido: la “Puerta de Palos”. La puerta sur del Corral, hacia el alcázar, se llamaba de San Cristóbal o de la Campanilla. La del norte era conocida como la Puerta de Palos por estar hecha de gruesos maderos y estaba en uno de los arcos que unía la Giralda con el Palacio Arzobispal. Su nombre ha quedado fijado en la memoria de los sevillanos y aún hoy la puerta de la catedral más cercana a ella, la de la Adoración de los Reyes, es de todos conocida como la “Puerta de Palos”.

Pero además del espacio en sí, también se ha transformado su nombre desde aquel primitivo de Corral de los Olmos: plaza del Palacio Arzobispal, de la Giralda, del cardenal Lluch, de Andalucía y, desde 1936, el que todos conocemos: la plaza de la Virgen de los Reyes.

Nuria Casquete de Prado

Directora gerente de la Institución Colombina

Fuente original: https://www.archisevilla.org/el-corral-de-los-olmos-actual-plaza-de-la-virgen-de-los-reyes/

Por Prensa