Tras la celebración del IX Congreso Internacional de Educación Católica de la UCV los expertos han concluido, entre otros asuntos, que “hay que procurar un “desarrollo humano básico” con misericordia. En él, “la formación cultural y humana es muy importante”. Por ello, “se requiere poner sólidos cimientos y pilares- buen material formativo-; enseñar a “pensar hondo” y “educar la voluntad”.

Igualmente, la “madurez” que es el objeto de la educación no es la “autonomía” – en el sentido de individualismo exacerbado- sino “renunciar a la propia voluntad para hacer la voluntad de otro”, es decir, “no querer mi bien, sino el tuyo”.

Además, entre las conclusiones los expertos participantes en el Congreso de Educación de la UCV indican que la comunicación educativa sigue el orden siguiente: el maestro comunica primero lo que es; segundo, lo que hace, y, tercero, lo que dice. “La educación se ejerce a través de microacciones –importa cada detalle- en la humilde pedagogía de lo cotidiano”.
 
Asimismo, “en la sociedad “líquida”, “de deslizamiento” (donde el cambio ‘es mejor’ que la estabilidad), de desvinculación (e ignorancia del cristianismo), hace falta el fortalecimiento de la familia” porque “es la fuente de las raíces más auténticas del ser humano”. La familia “es el lugar por excelencia del ejercicio de la misericordia y la adquisición del sentido de la vida”, añaden.

De igual forma, entre otros aspectos, ha sido resaltada la necesidad de que “nuestros alumnos puedan confiar en nosotros porque así aprenderán a confiar en Dios” y así “es posible que nuestros alumnos se sientan entendidos, queridos, consolados, curados”, según las conclusiones en las que todos coinciden en señalar también que “el educador debe orar: es el fundamento de su acción misericordiosa”.

Además, “el educador ha de acoger y acompañar al educado “que sufre”: “el sufrimiento, también es el sufrimiento de la relación educador/educando – frente al aprendizaje lúdico, que lo ignora- porque la persona aparece en su “desnudez” y deja así el humus” preparado para que Dios actúe”. Así, “el sufrimiento hiere, pero también cura”, explican.

Finalmente, en el texto, los expertos también concluyen que “los educadores cristianos somos verdaderos mediadores, expertos en encontrar “campos de intersección” comunes entre familia y escuela y entre los diversos grupos que constituyen la comunidad educativa”.

“Sabiendo que también nosotros estamos en permanente formación, se trata de la ciencia y el arte de convertir en “operativos” las catorce obras de misericordia”.

Fuente original: http://www.archivalencia.org/contenido.php?a=6&pad=6&modulo=37&id=13589&pagina=1

Por Prensa