Antonio Gil, en su sección «Al Trasluz» nos recuerda que comenzamos «un nuevo camino de fe del pueblo de Dios» con el Adviento
La Iglesia empieza un nuevo año litúrgico, es decir, en palabras del papa Francisco: “Un nuevo camino de fe del pueblo de Dios”. El corazón del Adviento es la esperanza, centrada en la visita del Señor a la humanidad. Todos sabemos que la primera visita tuvo lugar con la encarnación, el nacimiento de Jesús en la cueva de Belén; la segunda tiene lugar en el presente: el Señor nos visita continuamente, cada día, camina a nuestro lado y su presencia nos reconforta; la tercera y última visita tiene lugar cada vez que rezamos el Credo: “De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos”.
En su entraña más viva, el Adviento es preparación para la Navidad, para recibir al Señor que, como leemos en uno de los Prefacios, “viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino”. Lo principal: ser capaces de reconocer al Señor cuando sale a nuestro encuentro y recibirlo en la fe.
“Estad en vela”, leemos en el Evangelio, es decir, dedicad un tiempo a la reflexión personal, al silencio interior, al examen de conciencia, a la conversión a Dios. Ningún tiempo litúrgico se parece más a la vida como el Adviento.
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