Tras diez años como párroco de Santo Domingo de Guzmán de Lucena el sacerdote Nicolás Rivero marcha a la misión diocesana de Picota. Diecinueve años sirviendo a la Iglesia como sacerdote han permitido a Nicolás vivir profundamente su fe y su vocación. Se ha sentido un lucentino más pero la misión ad gentes en la prelatura de Moyobamba, en Perú, lo llama. En la provincia de Picota lo espera su hermano sacerdote, Antonio Reyes, que ya ha cumplido su segundo año en este destino pastoral

¿Cómo recibió el nombramiento de nuestro Obispo el pasado 18 de junio que le hacía misionero diocesano en Picota?

En la misa de las órdenes sacerdotales, con mucha ilusión porque siempre que uno recibe una nueva misión es un reto. Hay que comenzar de nuevo con una experiencia nueva. Desde mis inicios en el Seminario me he sentido llamado por el Señor para estar con Él y enviado por Él para la misión que quiera.

Le esperan más de cien pueblos repartidos por más de dos mil kilómetros cuadrados, una extensión con personas deseosas de conocer a Cristo, de recibir los sacramentos, algunos de ellos los reciben en tiempo muy dilatado. Allí estuvo como sacerdote en algunas de sus vacaciones y ha estado su hermano Leopoldo Rivero, que es el párroco de La Esperanza ¿cómo fue aquella experiencia hace ya algunos años?

En aquel entonces estaba de párroco en Cañete de las Torres y estaban allí de sacerdotes Juan Ropero y Francisco Granados, surgió la oportunidad desde la Delegación de Misiones de hacer una experiencia misionera en Picota y me apunté en el grupo. Fuimos tres sacerdotes y algunos seglares. Fue un mes intensísimo y me percaté de la necesidad que tenían en aquellos lugares de la presencia de un sacerdote.

Hace más de diez años que fui a Picota por primera vez y desde entonces es una constante que siempre me ha rondado. En una ocasión llegué a un pueblo que llevaba dos años sin que fuera ningún sacerdote, tardamos cuatro días en llegar a través de la selva, y las personas deseosas de poder recibir los sacramentos del bautismo, la confirmación, el matrimonio, la unción de los enfermos y el sacramento de la penitencia. Estaban deseosos de recibir la gracia de Dios.

Supongo que muchas miradas de niños, ancianos, de parejas de novios que se quieren casar, no se olvidan, ¿no?

Hay una distancia entre nuestra Córdoba y aquel lugar. Me acuerdo que llegamos a un poblado donde cinco niños hacían la primera comunión y cuando lo comparas con nuestras parroquias todo es muy sencillo, van a lo esencial, al contacto directo con el Señor. Son experiencias en lugares donde están deseosos de que se les hable de Dios.

La misión diocesana de Picota, aparte de llevar los sacramentos a través de los sacerdotes allí destinados, también tiene importantes proyectos, algunos de ellos muy avanzados, que permiten por ejemplo a niñas que no podrían estudiar de otro modo, residir en lugares donde la Diócesis lo hace posible. ¿Está al tanto de estos proyectos y deseoso de poder trabajar a su favor?

Existe allí la labor de dos congregaciones, las Obreras del Sagrado Corazón y las Salesianas del Sagrado Corazón, que llevan una labor en primera línea. Allí las familias están muy desestructuradas, existen muchos niños sin padres, que son criados por los abuelos, que malviven y no tienen las condiciones dignas para crecer con sus necesidades cubiertas. Desde la parroquia se hace una gran cobertura porque la Escuela Hogar “Virgen de Araceli” y el comedor quieren ayudar a la infancia y a la juventud que está en situación muy vulnerable.

Ha escrito a los lucentinos una preciosa carta en la que asegura estar a la entera disposición de Cristo antes de partir a la misión en su afán de anunciar el Evangelio ¿Qué se queda atrás como sacerdotes después de tantos años?

Esa carta que dirigía a los feligreses de Santo Domingo de Lucena era para explicar mis motivaciones y qué es lo que me llevaba a la misión. He estado muy a gusto con ellos, no salgo de Lucena porque haya tenido allí algún problema, al contrario, mi experiencia allí ha sido muy gratificante y he crecido como persona y como sacerdote. Los vínculos que se estrechan por el paso de los años son verdaderos, de profunda amistad. Estoy muy agradecido y quería explicarlo para que ellos fueran también partícipes. Las cosas en la Iglesia no son caprichos, sino que responden con humildad a la voluntad de Dios y yo veía desde hace tiempo que me llamaba a esto, por eso me ofrecí voluntario a D. Demetrio, que es el que tiene que disponer que allí no falten sacerdotes, y al que le agradezco la confianza que ha depositado en mí al enviarme a esta misión.

Está previsto que en el mes de septiembre viaje hasta allí, que en agosto sea la eucaristía de envío hasta Picota y nos gustaría saber ¿cómo nació su vocación y la de su hermano, no siempre se da que en una familia haya dos vocaciones sacerdotales, y si la llamada misionera se parece a esa primera llamada al sacerdocio?

Claro que sí, van íntimamente unidas. Decía el Señor a sus discípulos: “como el Padre me ha enviado así también os envío yo”. Todos estamos en estado de misión, yo no fui a Lucena y anteriormente a Cañete o a Priego porque yo lo haya elegido sino que es la Iglesia la que me ha enviado y la verdad es que es una experiencia bonita, es el Señor el que marca mi vida no soy yo el que va eligiendo los sitios. Hay que estar dispuestos para la misión desde el origen, desde el Seminario. Desde pequeño he estado vinculado a mi parroquia en Fuente Palmera y el testimonio de mis sacerdotes ha sido muy importante y también cómo la parroquia siempre ha acogido a los misioneros cuando era la campaña del Domund o de Manos Unidas. Desde pequeño recuerdo que me impresionaba el testimonio que daban los misioneros que venían de otros lugares, incluso en mi familia siempre ha tenido un papel muy importante la acogida a los misioneros. Siempre hemos estado muy vinculados a las congregaciones que había en el pueblo y partían a la misión, nos carteábamos e intentábamos ayudarlas en todo lo que necesitaban. Mis padres me han dado un gran testimonio, de hecho una de las facilidades para ir a la misión es la disposición de mis padres que ya lo hicieron para con mi hermano y cuando le comuniqué que me iba a la misión mostraron su alegría y apoyo. Mi vocación sacerdotal surgió en mi familia, desde que tengo uso de razón quería ser sacerdote. Mi hermano se fue al Seminario, después me fui yo y mi hermana es religiosa contemplativa, los otros cuatro hermanos han respetado mi decisión, me han apoyado y me han demostrado su alegría.

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Fuente original: https://www.diocesisdecordoba.es/noticias/el-senor-marca-mi-vida-y-me-ha-enviado-a-la-mision

Por Prensa