Vuelve Jesús en el evangelio de este domingo a plantearnos nuestra postura ante los bienes de este mundo, las riquezas, las cualidades, el tiempo, etc. Y lo hace con una parábola: había un hombre rico, Epulón, que banqueteaba continuamente, es decir, se daba a lo que el mundo llama buena vida, no le faltaba de nada, tenía poder, prestigio, placeres a su alcance. Era feliz con la felicidad que el mundo ofrece. Era feliz con esa felicidad a la que tantas veces aspiramos: tener, disfrutar, aplausos, pasarlo bien, gozar de buena salud, tener satisfechas todas las necesidades, los gustos y los placeres.

Por contraste, junto a este rico, había un pobre hombre llamado Lázaro, que no tenía nada. Ni tenía salud, ni fama, ni siquiera lo necesario para vivir, ni comida, ni placeres. Comía las migajas que sobraban del rico, los perros le lamían sus llagas, era una persona desechada, marginada, excluida socialmente. Como las tenemos hoy a nuestro alrededor.

A simple vista, parece que el uno no tiene que ver con el otro. Pero la riqueza, la abundancia del uno repercutía negativamente en la pobreza y las carencias del otro. El rico es el rico a costa del pobre, porque tiene lo suyo y lo ajeno. Y el pobre es el pobre por culpa del rico, que no se inclina ni se acerca al pobre para ayudarle. El mundo está mal repartido, pero eso no es fruto del azar ni de la casualidad. Ese mal reparto viene del egoísmo que alimenta la injusticia y retiene para sí lo suyo y lo ajeno, en una espiral creciente que hace que los ricos sean cada vez más ricos, a costa de que los pobres sean cada vez más pobres.

Traducido a nuestro mundo, constatamos que la inmensa mayoría de las riquezas de este mundo está en manos de una minoría. El 80 % de los bienes materiales de todo el mundo está en manos del 20 % de la población mundial. Nosotros nos encontramos en ese 20 % privilegiado, sin que hayamos hecho nada. No somos culpables de la situación, pero somos responsables de cambiar esta situación por un mundo más justo y mejor repartido.

Murieron los dos, como tenemos que morirnos todos. Y el pobre fue derecho al seno de Abrahám, mientras que el rico fue al infierno, a un lugar lejos de Dios. He aquí el mensaje que Jesús nos quiere transmitir en este evangelio. Las cosas no deben valorarse solamente con la perspectiva de este mundo, hay otra perspectiva para enfocar correctamente este asunto. Es la perspectiva de la otra vida, del más allá, a la luz del cual entendemos nuestra vida cotidiana aquí en la tierra.

Los pobres tienen más facilidad para confiar en Dios, para esperar en él; y de esta manera, las calamidades de este mundo que pasa pueden merecer una situación eterna de felicidad, si se viven confiados en Dios. Los ricos, por el contrario, recibieron ya aquí su felicidad, renunciando a una felicidad eterna, porque no contaban con esa otra perspectiva de la que nos habla Jesús este domingo.

Cuando Jesús entró en este mundo injusto y pecador, adoptó una forma de vivir austera y sobria. Más aún, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. El cambio que Jesús propone es una verdadera revolución subversiva desde el amor, es decir, que invierte los valores que el mundo valora por otra perspectiva de los bienes de este mundo. Su misma vida es ya un mensaje claro. Y tantos santos que le han seguido nos actualizan esa misma postura. San Vicente de Paúl recogió a los pobres de París en un san Lázaro, que evocaba este pasaje evangélico.

Los bienes de este mundo no son malos, son incluso necesarios para vivir. Pero son un peligro y el corazón humano pecador se deja llevar torcidamente de sus ansias y pone el corazón en estos bienes, olvidándose de la felicidad eterna, y del justo reparto de tales bienes. ¿En qué gastas tu dinero, aun siendo tuyo? ¿Hasta dónde eres capaz de compartir lo que tienes con los demás que no tienen?  La otra perspectiva que Jesús nos enseña hoy  nos hace pensar sobre el uso de los bienes de este mundo.

 

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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Fuente original: https://www.diocesisdecordoba.es/carta-semanal-obispo/hay-otra-perspectiva-ante-los-bienes-de-este-mundo

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