“Quizá el amor es una ola de sorpresas…Una ola más alta que la muerte. Por eso el amor es la clave para entender todo. El amor de Dios tiene la última palabra, por ello no tengáis miedo jamás”, decía San Juan Pablo II, el mismo que el día que visitó El Rocío aclamó: “Que todo el mundo sea rociero”. Pues así, cargados de amor y de esperanza, más de un centenar de enfermos oncológicos del Hospital San Juan de Dios junto a sus familiares caminaron durante el pasado fin de semana de la mano de la Hermandad del Rocío de Lucena hasta la Blanca Paloma para depositar en sus manos todo su amor y todas sus plegarias.

Llevaban un lema: “En el camino no estás solo”. No lo estaban. Junto a ellos, el oncólogo Juan de la Haba y miembros de la Hermandad del Rocío de Lucena caminaron dejando unas huellas imborrables en el camino.

Ha sido Ella la que les ha dado la fuerza y la valentía para cumplir con tres días intensos de camino, donde han ofrecido todo su dolor y sufrimiento por amor. Es la clave para afrontar la enfermedad y la vida. El doctor Juan de la Haba así lo explicó tras estos días de vivencias junto a sus pacientes, en los que ha pasado de ser el médico de “Las Juanas”, como las pacientes se hacían llamar de manera cariñosa, a ser un peregrino más.

Pasados estos días, tanto el doctor como el resto de acompañantes tenían claro que la peregrinación ha sido una gran lección de vida, de fe y de humildad. Eso solo lo hace Ella, la Virgen a la que todos peregrinaban empapándose de la fuerza del Espíritu Santo en cada paso que daban. “Se palpaba que María y su hijo caminaban con cada uno de nosotros y la Virgen ha tejido muy bien sus hilos para que todo esto se haya podido realizar”, comentaban los peregrinos.

Juan de la Haba, como primer testigo de la iniciativa, tiene claro el valor de esta peregrinación en medio de la enfermedad.

¿Cómo surgió esta idea?

Surge a iniciativa de una persona enamorada del Rocío, Pedro Alcaide, un paciente mío que ha tenido una buena experiencia del Rocío y con toda generosidad ha querido compartirla, porque cuando uno tiene una buena experiencia trata de compartirla y ese es el punto inicial. Nos contagió esa devoción rociera a las personas que estamos a su alrededor y a partir de ahí nos lo hizo muy fácil para poder estar aquí.

El Hospital de Día de San Juan de Dios, que es donde habitualmente se administran tratamientos de quimioterapia, yo creo que es un hábitat que te permiten sensaciones y emociones muy concentradas y realmente esta idea crece en el Hospital de Día entre pacientes que están recibiendo un tratamiento y donde a veces está presente ese miedo y esa incertidumbre que produce la enfermedad. Pedro tuvo la genial idea de ofrecer esto para paliar esas situaciones y sin pensarlo, aquí estamos. Me lo contó y le dije: “Yo también quiero ir”. De esta forma, no vivimos solo la incertidumbre que tiene el paciente o las familias, sino también las personas que los atendemos y vemos desánimos, momentos duros del camino de la enfermedad.

Pedro nos ofrece hacer el camino y nos pareció un punto de inspiración de lo que es el camino de la vida y nos sumamos a la idea el equipo del Hospital sin dudarlo.

¿Qué han supuesto estos días a nivel personal y con qué momento te quedas?

Pues tengo muchos, muchos, muchos (sonríe emocionado). Si me tuviera que quedar con uno tengo un momento que creo que marca mucho lo que es el caminar. Es la imagen de Rafi agarrada a su carreta. Un ejemplo para entender en qué consiste caminar y caminar por la Raya, que yo no la conocía, un caminar muy duro, donde duelen los pies, las caderas… tiene situaciones muy incómodas desde el punto de vista físico y ella, agarrada a su carreta, empieza a sumar metros y metros siempre con una sonrisa a pesar de que seguro que le dolían los pies como a mí. Rafi empieza a sumar sonrisas para todos y además en los metros en los que tiene descanso se dedica a cantar y a animar a los demás. Me quedo con ese momento para mí como un momento muy transformador.

Caminar es duro, caminar tienes que ir agarrado a la Virgen, a tu fe y a tu devoción. Tiene momentos muy duros, y a pesar de ello, cuando nos toca descansar lo que hace es sonreír, cantar y bailar.

Y el otro momento ha sido comprobar que realmente no caminamos solos, caminamos con otros caminantes, con la Virgen y con el Señor de la mano.

No olvidaré jamás un momento muy emotivo en el que afloró la fuerza que tuvieron todos los pacientes para empujar esa carreta. Fue precioso ese momento empujando la carreta para poner el Simpecado delante de la Virgen al llegar del camino, mantener esa carreta ahí a las puertas de la Ermita, frente a Ella un buen rato… Y ese preciso momento en que esas mujeres empiezan a verse rodeadas de más personas que no quieren dejar que su esfuerzo se viera estropeado y les ayuda a sostenerse. Para mí ese momento fue verdaderamente emotivo. La fuerza que imprime la enfermedad, que te imprime saber que tu vida se puede acabar, yo creo que para los que estamos directamente en contacto con estas personas nos da un regalo maravilloso, que no se puede explicar con palabras. Tienen la fuerza de la vida, de la esperanza, de sacar a esta vida hasta el último minuto, pero además, algunos de ellos tienen la grandeza y la generosidad de renunciar a transmitir preocupación a su familia y a su entorno y lo que nos regalan es una sonrisa. Sufren en silencio para que los demás no suframos y eso es un regalo por el que estoy eternamente agradecido. Es por ello que he querido vivir esta experiencia junto a ellos.

¿Cree que ayuda la fe en el proceso de la enfermedad?

Por supuesto que sí. Cuando lo vemos desde el punto de vista de la biología, podemos ver a la persona cómo el conjunto de células que sufren un daño y que vamos a tratar con sustancias químicas con las que buscamos una respuesta que te permita que esas células sigan viviendo. Dicho así queda incompleto y sobre todo cuando eres medianamente sensible en las consultas. Somos mucho más que un conjunto de células intentando vivir y saliendo adelante. Yo creo que esas cosas no salen de manera espontánea, sino que sale de un Creador y los que nos ha tocado vivir en este mundo hemos tenido la gran suerte de que ese Creador nos ha presentado el camino a través de Jesús y Jesús nos da un camino muy claro que es la muerte por amor, la renuncia a uno mismo por algo mucho mayor. Si eso realmente lo aprendemos durante nuestro camino de la enfermedad, yo creo que nos da la clave para convertir el sufrimiento en sacrificio, porque habitualmente un sufrimiento es algo vacío, no tiene contenido ninguno, pero cuando uno lo convierte en sacrificio es mucho más bonito. Estás ofreciendo tu sufrimiento por algo mayor y eso llena a la persona.

Los enfermos que tengo que transforman su sufrimiento en sacrificio y ofrecen su dolor y su enfermedad por algo más, tienen otro brillo en los ojos y yo creo que la fe ayuda muchísimo.

Se puede tener dolor y sonreír, no sólo en la enfermedad sino en la vida. Hay peregrinos, y yo he sido testigo de ello, que en su único descanso con dolor de pies, cantaban a la Virgen.

Hay que dar a ese sufrimiento la trascendencia de que somos parte de algo mucho más bonito y eso lo hace la fe. Yo creo que eso es la clave para afrontar un proceso que nos va a tocar o nos puede tocar a cualquiera como es la enfermedad.

¿Cómo se puede tener una enfermedad y ser feliz a la vez?

Yo creo que la gente más sencilla, más modesta, más pobre de espíritu son las que lo tienen más fácil, porque entienden que lo que le está pasando a ellos es lo que le pasa a todo el mundo y no tienen sentimiento de agravio universal. Si no tienes ese componente de ira o de agravio universal, no te poner a decir ¡qué mala suerte tengo! porque entiendes que es una cosa que le puede pasar a todo el mundo, esas personas tienen el primer paso para ser feliz. Yo creo que en el momento en que tú le das un sentido a lo que haces o a lo que te está pasando, soportas la enfermedad y de ahí al paso de ofrecer tu muerte por algo superior como lo hizo Jesucristo, quien se abrió de brazos y nos llenó de amor. Eso lo hacen personas, yo lo he visto en la consulta, personas que dejan de ser ellos para que tú seas, para que entiendas lo que es la generosidad, el sufrimiento en silencio, pensar en ti. Los enfermos son gente muy agradecida y hay que sacar todo el jugo y aprender de ellos.

Hemos sido testigos del vínculo y la empatía del médico con sus pacientes y la familia en la peregrinación. ¿Cómo es posible tener esa empatía ante las situaciones adversas que viven sus pacientes?

Empatizar y ponerte en el lugar del otro, sobre todo con empatía emocional, te hace sentir bien. Por ejemplo, yo al hacer este camino lo hago sabiendo que a lo mejor el año que viene muchos no estén, pero si eso lo bajas al plano humano te genera mucho sufrimiento, pero si lo elevas un poco y entiendes que forman parte del proyecto superior del de arriba, eso ya te quita perspectiva y te da entendimiento para no ver con los ojos de la cara, sino con los del alma y el corazón. Formamos parte del plan de Dios, tenemos que admitir eso y tener la certeza de que estamos de paso. Habrá muchas personas que la enfermedad no la superen, otros que por supuesto puedan con ella, pero lo importante es separar y entender que formamos parte del plan de Dios.






















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Fuente original: https://www.diocesisdecordoba.es/noticias/la-clave-de-la-enfermedad-es-convertir-el-sufrimiento-en-sacrificio-por-amor

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