La materialización de muchas cosas se halla en nuestras manos, y es que lo posible está dentro del ADN de cada persona. Además de obtener logros en infinidad de cosas, hemos sido creados con un potencial inmenso que nos permite hacer frente a las numerosas contingencias que llegan a la vida. Sobre todo, para encajar situaciones, cumplir objetivos que nos hayamos propuesto, contribuir a la restauración interior de las personas comenzando por nosotros mismos, entre otros. Extraer la riqueza que llevamos dentro incluso sin apreciarla hasta que la vamos desarrollando.

Desde la fe se nos enseña que aquello que de ningún modo podemos resolver, porque es objetivamente imposible, no lo es para Dios. Escaparían a este aserto esos episodios de la propia naturaleza a los que no podemos sustraernos: el dolor, la enfermedad, la muerte… Y, sin embargo, hasta eso tiene un matiz de posibilidades que podemos alentar con nuestro esfuerzo y la gracia divina haciendo tales circunstancias más llevaderas. Porque lo posible desde el punto de vista humano no lleva asociada la connotación de milagro, sino de voluntad, trabajo, esfuerzo, fe.

Quienes se enfrentan a la vida con este espíritu combativo se pueden definir como personas positivas, voluntariosas, esperanzadas, responsables…, que siempre tienen metas por las que luchar. En su vocabulario no existe la palabra derrota sino el constante “puedo” que les hace ir escalando peldaños en la medida en que sean fieles a la exigencia que impone dar todo de sí. “Pueden, porque creen poder” (Virgilio). Y no me refiero únicamente a la obtención de un trabajo, el éxito en los estudios, o la satisfacción que se experimenta dedicando el tiempo a un determinado deporte o actividad, lo cual conlleva también su sacrificio. Tengo presente actos que tienen inmenso valor porque sin ellos no es posible ser feliz, actos que no se pueden confiar a los demás, y a los que tal vez no se les da relevancia.

Las acciones más inmediatas, las sencillas son las que mayor atención requieren y las que abren ese abanico lleno de riqueza para cada uno y para los que nos rodean. Como la buena convivencia es lo más difícil, si el objetivo propuesto ha de ser la caridad, se tratará de suavizar aristas y derrocar esos muros que nos separan de los otros o, mejor aún, impedir que aparezcan. Y es posible el perdón, aún en los casos más complejos y dolorosos; ser amable precisamente con quien no lo es; acercarse al que más cuesta; ser generoso frente a la racanería y hacerlo de forma elegante, sin que se aprecie y se conozca ese rasgo de desprendimiento; actuar con grandeza de ánimo mostrando que aunque nos traten mal no hay en nuestro rostro ni una sombra que devele contrariedad por ello, sino una sonrisa y gesto de gratitud y reconocimiento; no alimentar íntimamente recuerdos sombríos que incitan al alejamiento de los demás; luchar sin desmoralizarse cuando no se vean frutos inmediatos continuando haciendo el bien que nunca cae en saco roto; sacar a colación conversaciones sobre temas constructivos, huyendo de los que desencadenan malos entendidos, discusiones…; reforzar los lazos fraternos y amistosos reconociendo el valor de las acciones que otros realizan; elogiar su esfuerzo, si es el caso; animar a los que son pusilánimes, algo más torpes, tímidos…, en suma, a quienes de sí mismos tienen un bajo concepto, haciéndoles ver que tienen mucho que dar, que pueden recorrer un largo camino y llegar lejos; aceptar de buen grado que no siempre tenemos por qué ser reconocidos en nuestra labor, o estimados; ser desprendidos; prudentes, discretos; estar dispuestos a darlo todo por un bien mayor… Y un larguísimo etcétera que se puede extender en todos los ámbitos poniendo de manifiesto que lo posible en la vida tiene una extensión muy superior a lo imposible. Que lo posible lo labra cada uno, si quiere, y en el día a día. Al final, hay situaciones complejas que nunca pensamos podrían revertirse, en las que se produce una especie de milagro al recomponerse aquellos corazones que estuvieron rotos. Por algo dijo san Juan de la Cruz: “Donde no hay amor, pon amor y recibirás amor”.

Si lo posible dependiera exclusivamente de la voluntad, cualquier logro obtenido seguiría siendo insatisfactorio porque hay aspiraciones de gran calado que requieren otra contribución. Está en Dios, porque actúa en el hombre con el hombre, como dice Fernando Rielo. Y ahí radica ese más al que todos podemos llegar colmando nuestros sueños. En suma: lo que está fuera de nuestro alcance: lo imposible, Dios lo torna factible. Con Él, la cima de la posibilidad es ganarse el cielo.

Isabel Orellana Vilches

Fuente original: https://www.archisevilla.org/lo-posible-voluntad-y-algo-mas/

Por Prensa