Ante las informaciones aparecidas hoy quiero manifestar que, en mi labor dentro de la Iglesia, he conocido de manera directa la opresión que sufren las mujeres y las graves injusticias ante la desigualdad. Cómo no luchar con ellas, más aún, junto a ellas, porque sufren la desigualdad social y laboral y son víctimas de todo tipo de violencia, ante una sociedad injusta.

Como hombre de Iglesia, no se hacen públicos todos los hechos, no se presume de ellos, se hace desde la sencillez, aunque formen parte de nuestro día a día visitar a esas mujeres, interesarse profundamente para, junto a ellas, buscar soluciones y mantener un apoyo constante.

No, no se cuenta, porque se encomienda, porque esa labor es silenciosa, pero es una revolución imparable por el cambio social.

A veces la sociedad avanza más que los gobiernos y la Iglesia participa de ese movimiento de cambio social imparable, siempre desde el amor, porque no basta con aplaudir las mejoras sino mantenerlas y luchar por su avance.

En esa lucha contra la injusticia, que conozco bien de cerca, me encontraré siempre. No existe un sentido cristiano sin la lucha por los oprimidos.

Fuente original: http://www.archivalencia.org/contenido.php?a=6&pad=6&modulo=37&id=14247&pagina=1

Por Prensa