EN UNOS DÍAS EN LAS PARROQUIAS APARECERÁ EL EJEMPLAR DEL PERIÓDICO POR TANTOS QUE ESTE AÑO LLEVABA UNA ENTREVISTA A GABRIEL DELGADO ÁLVAREZ, DIRECTOR DEL SECRETARIADO DIOCESANO DE MIGRACIONES DE LA DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA. DEBIDO A  UN ERROR LA ENTREVISTA NO APARECE PUBLICADA EN SU TOTALIDAD. POR SU INTERÉS Y ACTUALIDAD PUBLICAMOS LA ENTREVISTA EN NUESTRA WEBEn los últimos meses, la vieja Europa, ha sido, quizás un poco más consciente de la dramática realidad de cientos de miles de migrantes y refugiados que llegan, o intentan llegar al continente europeo sufriendo condiciones y situaciones extremas.En 2015, año del último balance publicado por el Ministerio del Interior, 11.624 personas en situación irregular llegaron.  Gran parte de ellos entran en nuestro país por Ceuta, uno de los ?puntos calientes? del continente europeo. Ahí, en la frontera, la Iglesia también está presente; con ellos, con los últimos de los últimos. Con aquellos que han visto a sus amigos sucumbir al mar, con los que llegan ateridos, enfermos o, tan pequeños que apenas logran entender nada.La Diócesis de Cádiz y Ceuta se sitúa en uno de los ?puntos calientes? de los movimientos migratorios hacia nuestras costas ¿Cómo afecta ser uno de estos ?puntos clave? de los movimientos migratorios a la labor  pastoral del Secretariado de Migraciones?R: Ciertamente, nuestra diócesis está situada en un enclave estratégico de los movimientos migratorios: la frontera Sur de Europa. Miles de migrantes quieren acceder a Europa por el «Paso del Estrecho» o por la frontera terrestre que separa  Marruecos de Ceuta. Y hay que decir que este espacio fronterizo a menudo se convierte en un escenario dramático donde está en juego la vida y la muerte de muchas personas, uno de los pasos más trágicos de los movimientos migratorios. Al mismo tiempo, hay otra realidad migratoria similar a la de otras zonas españolas. En nuestras ciudades y barrios conviven y trabajan migrantes procedentes de muchas nacionalidades, con una presencia plural y diversa y muy enriquecedora para todos.Ello nos lleva a trabajar pastoralmente en una doble dirección. Por un lado, nuestra misión es acompañar y prestar una atención humana y pastoral a los que conviven con nosotros. En el secretariado de migraciones hemos de ofrecer recursos y  animar a las comunidades y  agentes pastorales de la diócesis para que se impliquen en la atención pastoral y humana de los migrantes que viven en nuestros pueblos y barrios, procurando favorecer una buena integración. De otra parte, nuestra Iglesia tiene que ofrecer una mano fraterna y el rostro más humanitario y acogedor a los migrantes que llegan por la frontera. Se trata simple y llanamente de vivir y practicar el Evangelio, con un cuidado preferente por atender y acompañar a los más vulnerables y desvalidos.Al mismo tiempo, hemos de estar siempre muy alertas a lo que pueda ocurrir a uno y otro lado de la frontera Sur, donde siempre está el riego de la vulneración de derechos y hay situaciones de dolor y sufrimiento. Y ahí, la Iglesia, siempre debe de ofrecer una voz profética en la defensa del respeto a los derechos de las personas y, especialmente, de los más pobres. Antes que cualquier otra consideración hemos de defender que sean vistos y tratados como personas.SAMUEL, EL NIÑO QUE GOLPEÓ NUESTRAS CONCIENCIAS.Cuando, hace pocas semanas, el cadáver de un niño de 4 años llegó a la playa gaditana de Zahora, la sociedad española volvió a sentir el golpe de la realidad más cruel.  Samuel se ha convertido en un revulsivo para nuestras conciencias. El Secretariado de Migraciones, y su director, fueron decisivos para hacer llegar a todos esta dura realidad y dar a ?Samuel? una despedida digna? en estos casos ¿Cómo realiza la Iglesia esta tarea con los que llegan o a veces, desgraciadamente no llegan con vida, a nuestras costas?R: Me cuesta hablar del niño Samuel que apareció en la playa de Zahora. Lamentablemente, poco tiempo después ha aparecido el cadáver de Verónica, su madre, a muchos kilómetros de separación en una playa de Argelia. Nuestro obispo decía que sólo hay una palabra ante estos hechos, ¡VERGÜENZA!  Mira, todo esto es desgarrador. Una sola muerte de una de estas personas debería de servir para que todos, la UE y los gobernantes de una y otra orilla, y toda la sociedad diéramos un paso al frente y dijéramos ¡basta!. Pero nos hemos acostumbrados a los muertos. Como dice el papa Francisco, «¿quién llora a estos muertos?»

Fuente original: http://www.obispadodecadizyceuta.org/noticia/nunca-me-acostumbro-entierros-migrantes

Por Prensa