Consuélate, no me buscarías, si no me hubieras encontrado”, dice Pascal (Pensées, 553). La búsqueda más importante de nuestra vida es la búsqueda de Dios, según el pensamiento de san Agustín: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, 1)

En el Evangelio de este domingo XVII del tiempo ordinario, Jesús nos urge a esta búsqueda, a esta petición, que se concreta en todos los demás aspectos de la vida, desde las necesidades materiales más elementales hasta las necesidades más espirituales y transcendentes: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”.

En nuestra relación con Dios, a veces nos da reparo pedirle, nos falta confianza. Otras veces, pedimos y pedimos y no nos conceden lo que pedimos. En nuestra mentalidad automática, echar la moneda y que no salga el producto, nos lleva a la conclusión de que la máquina no funciona. O Dios no funciona, o eso de la petición no funciona, porque pedimos y no nos dan lo que pedimos. He conocido a personas que se han alejado de Dios, porque no les funciona eso de pedid y se os dará.

En el plan de Dios, la oración de petición es siempre eficaz. Dios siempre nos escucha y está abierto a nuestras peticiones. A veces no nos concede inmediatamente lo que le pedimos, porque quiere ensanchar nuestro deseo, hacerlo que crezca para recibir mejor aquello que Él nos quiere conceder. Otras veces, tarda en concederlo, porque quiere disponer nuestra voluntad o incluso cambiarla. Cuando le pedimos a Dios algo, Él no cambia su voluntad, sino que espera a concederlo para que vaya cambiando la nuestra. O incluso, aquello que pedimos no se nos concede, porque nos conviene ahora o nunca.

Termina el evangelio diciendo que Dios nos dará siempre el Espíritu Santo, a quien le pidiera algo. A veces, nosotros le pedimos algo muy concreto, muy a nuestro nivel, y Dios siempre nos da su Espíritu Santo, que está a otro nivel, pero que es el que nos irá capacitando para recibir sus dones.

Pedir significa estar necesitado. Cuando uno va sobrado por la vida, no pide. La oración de petición nos pone en humildad. Necesitamos de Dios para todo. Es Él el que nos hace capaces de afrontar la vida en todas sus dimensiones. La oración nos hace humildes, y ese es uno de los frutos infalibles de toda petición. Aunque sólo fuera por eso, hemos de pedir continuamente.

Pedir alimenta en nosotros la confianza en Dios, que puede ayudarnos. Si Jesús nos invita a pedir, es porque quiere que confiemos cada vez más en Dios. Yo no puedo, pero Él sí puede. Sea cual sea la vocación y misión que Dios nos ha encomendado, no podemos llevarla a cabo nosotros solos. Necesitamos la ayuda de Dios. Él nos encomienda una misión y nos promete su gracia. Es necesario por tanto acudir continuamente a su ayuda.

Pedir significa insistir, la petición incluye esa perseverancia en la que se nos puede ir la vida entera, pero Dios nos dará el Espíritu Santo y todo lo demás que necesitemos para vivir. La oración insistente no es porque Dios sea tacaño o dispense sus dones a cuentagotas. Dios es magnánimo, es rico en misericordia, está deseando colmarnos de sus dones. Si tarda, es porque quiere disponernos. La insistencia y la perseverancia por nuestra parte nos van disponiendo a recibir lo que Dios quiere conceder. Por eso, se nos invita a pedir, a buscar, a llamar.

Una vez que le hemos encontrado, una vez que ya hemos recibido alguna de sus gracias, eso nos estimula a seguir pidiendo, a seguir buscando. El deseo se va ensanchando, y el don de Dios podrá ser mayor.

Recibid mi afecto y mi bendición:

 

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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Fuente original: https://www.diocesisdecordoba.es/carta-semanal-obispo/pedid-y-se-os-dara-buscad-y-encontrareis

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