El sábado pasado vivimos una jornada inolvidable para la diócesis de Valencia: celebramos la Asamblea Diocesana para el Proyecto Pastoral Diocesano encaminado a promover y fortalecer los caminos de una nueva evangelización en nuestra diócesis. A lo largo de varios años habéis estado inmersos en tareas de oración, reflexión, clarificación y de animación eclesial a través de los grupos del “Itinerario para la renovación” (IDR), primero, y después, en los grupos del “Itinerario para la evangelización” (IDE). Han sido, sin duda, años de gracia para nuestra diócesis en las diferentes parroquias, comunidades, personas que habéis participado.

¡Gracias a todos! Se ha trabajado con ilusión y esperanza, con fe y sentido de corresponsabilidad eclesial. Creo que a todos nos ha animado un mismo y principal deseo: poder contribuir a alentar y avivar el gozo de la fe, así como colaborar en una obra que posibilite cada vez más el animar y urgir a comunicar ese gozo a los que no creen o creen con una fe débil.

Llegamos al final de estos itinerarios convocados en una Asamblea Diocesana para culminar lo que el Espíritu ha ido diciendo a nuestra Iglesia y presentar unas propuestas y acciones en lo que hemos venido denominando “Proyecto Pastoral Diocesano para una Nueva Evangelización”.

Personalmente, lo que espero de este Proyecto, cuando sea promulgado y puesto en práctica, es que respondamos a lo que Dios nos está pidiendo a la Iglesia en Valencia, en estos momentos, que son, sin duda, una “hora de Dios”. La “hora” presente, en efecto, debe ser la hora del anuncio gozoso del Evangelio, la hora del renacimiento moral y espiritual, la hora de Dios –de su reconocimiento y afirmación, de la fidelidad a su voluntad–, la hora de la esperanza que no defrauda, la hora de renovar la vida interior de nuestras comunidades eclesiales, unidas en profunda y sólida comunión eclesial, y de emprender una fuerte y vigorosa, sólida y audaz, acción pastoral y misionera en nuestra sociedad. No podemos dejar pasar este momento. Vivir la fe en comunión y comunicarla a los demás es, sin duda, nuestro mejor y más inaplazable servicio a los hombres.

Lo que espero del próximo Proyecto Pastoral es que nos conduzca a acercarnos más a Jesucristo, vivido y presente en la Iglesia, llamada a evangelizar y servir a los hombres. Si no contribuye a esto, no conduciría a nada verdaderamente importante. A decir verdad, en esta “hora” se trata sencillamente de creer en Jesucristo, de volver a Jesucristo, que tiene palabras de vida eterna, que es camino, verdad y vida para los hombres, que es luz para todos los pueblos, que es esperanza y salvación para todos, singularmente para los más necesitados, los pobres, los últimos, los pecadores. Él es el camino de Dios al hombre, del hombre a Dios, y del hombre a cada hombre.

Necesitamos, como dijo el Papa San Juan Pablo II al comienzo de su pontificado, abrir de par en par las puertas a Cristo sin ningún miedo. Se trata de abrir a su fuerza salvadora las fronteras de los Estados, los sistemas económicos y políticos, los vastos campos de la cultura, de la civilización, del desarrollo. Y esto porque ¡Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. Sólo Él lo sabe!

Estas afirmaciones de la fe cristiana no constituyen una pretensión excesiva ni, en el fondo, llevan a una postura excluyente. Así se mostró Cristo y también fue juzgado como alguien que tenía una pretensión excesiva.

Intentaron eliminarlo. Lo mataron, lo enterraron, colocaron una gran losa sobre su sepulcro. Pero mira por donde ha resucitado y vive, triunfador de la muerte. Él es la clave para comprender esa gran y fundamental realidad que es el hombre y su historia.

Sin Cristo no podemos comprender hasta el fondo al hombre; sin Él no podemos comprendernos a nosotros mismos, cuál es nuestra dignidad y grandeza, el sentido de nuestra historia, nuestra vocación o nuestro destino final.

Con la Iglesia y dentro de ella, creo –creemos– en Jesucristo como el Salvador de los hombres. Por esto afirmamos con toda sencillez y gozo y se lo ofrecemos a los demás que no podemos excluir de la historia de los hombres a Jesucristo; excluirlo significaría ir contra el mismo hombre. Cristo es la piedra angular sobre la que se ha de edificar el mundo, la familia, la cultura. La Iglesia no tiene otra riqueza ni otra fuerza que Cristo; no posee ninguna otra palabra que Cristo pero ésta ni la podemos olvidar, ni la queremos silenciar, ni, la dejaremos morir. Este es el sentido, en último término, que debería tener nuestro próximo Proyecto Pastoral Diocesano. Animar a volver nuestra mirada y nuestras personas a Cristo, para vivir en Él y desde Él, y para no callarle.

Este Proyecto, que debe ser de todos los que formamos la Iglesia diocesana de Valencia, debería ser a través de sus objetivos, líneas de acción, acciones concretas –pocas, pero nucleares y generadoras de vida–, una invitación a anunciar a Jesucristo, a dar testimonio de Él. En su conjunto, claramente debería ser una llamada a impulsar de verdad y decididamente entre los cristianos de Valencia una nueva evangelización, como en los primeros tiempos con el gran signo que acompaña la obra de Dios: la caridad en el centro de todo. Eso es ser cristiano: ser testigo y anuncio vivo, en obras y palabras, del Evangelio que es Jesucristo, del evangelio de la caridad y la misericordia. Los cristianos hemos de “salir a la calle”, es decir a donde están los hombres para anunciar a Jesucristo, para decirles con obras y palabras “Dios te quiere, Cristo ha muerto por ti”. No olvidemos, además, que la fe se fortalece dándola.

Esto supone nada más y nada menos que ser coherente con la fe y con la experiencia de Jesucristo que es paz y esperanza para todos. El Papa San Juan Pablo II nos lo dijo muy claramente “¡Salid a la calle, vivid vuestra fe con alegría, aportad a los hombres la salvación de Cristo que debe penetrar en la familia, en la escuela, en la cultura, en la vida política!”.

+ Antonio, Card. Cañizares Llovera
Arzobispo de Valencia

Fuente original: http://www.archivalencia.org/contenido.php?a=6&pad=6&modulo=37&id=14521&pagina=1

Por Prensa