Los sacerdotes estamos llamados a ser instrumentos vivos de la misericordia de Dios, sumo y eterno. Es un honor extraordinario, porque el sacerdocio es una vocación bellísima, y es una responsabilidad la que tenemos cada uno de nosotros”.

Este fue el mensaje central del cardenal Jorge Urosa Savino, durante la Misa Crismal del Jueves Santo en la Catedral de Caracas, a la que concurrieron unas dos mil quinientas personas, no dejando espacios vacíos y haciendo más imponente a la Iglesia Madre de Venezuela.

Urosa destacó que el presbítero “no es un simple y piadoso agente social de paz, convivencia, consuelo religioso y misericordia”, sino instrumento de la “acción sacerdotal sobrenatural, salvífica y redentora de Jesucristo, único modelo a imitar”.

La misa de los Sacramentos”, como el Purpurado definió a esta fiesta de la iglesia, permitió la bendición de los santos óleos que utilizarán durante todo el año para conferir el bautismo, confirmaciones, unción de los enfermos, bendición de las iglesias y la ordenación sacerdotal. Además, en ella, los consagrados renovaron las promesas sacerdotales y lucraron las indulgencias del Año Jubilar de la Misericordia.

También les acompañaban Nicolás Bermúdez Villamizar, obispo auxiliar emérito de Caracas; el misionero salesiano, monseñor José Ángel Divasson, ex vicario apostólico de Puerto Ayacucho, “quien ahora vive en Caracas”; y monseñor Georges Kahhale Zouhairati, exarca apostólico de los Griegos Melkitas en Venezuela.

Los transeúntes que por primera vez observaban esta procesión previa a la Misa Crismal de los Jueves Santos en la capital de Venezuela, consideraban estar viendo “algo impensable” en una cuadra “reservada” desde hace más de tres lustros para la actividad oficialista. Pero no. “No es así”, aclaraba uno de los sacerdotes. “Todos los años, los sacerdotes nos revestimos en el palacio arzobispal, y desde aquí salimos hacia la catedral. La sacristía es muy pequeña para tantos sacerdotes”, aseguró.